domingo, 6 de abril de 2014
Especulación y Acaparamiento
Especulación
y Acaparamiento. ¿Acciones consistentes y conscientes de la
burguesía?
Para reconocer que la
especulación y el acaparamiento son acciones reiterativas de la
burguesía contra el pueblo trabajador y explotado, es necesario
darse un paseo por algunos hechos históricos que demuestran la
constancia de la oligarquía en usar las herramientas que poseen
para mantener la hegemonía del poder y el control sobre el Estado y
la sociedad.
Ahora bien, para darse
cuenta de esta realidad, hay que preguntarse ¿cuáles son esas armas
que dan tanto poder a la burguesía para que mantenga su dominio
social?. La respuesta se obtiene visualizando las necesidades vitales
del ser humano, se debe pensar en la alimentación, en el vestido, en
la vivienda, en la salud, en la educación, en la cultura; en
general, hay que pensar en los bienes y servicios necesarios para la
subsistencia. Y entonces nos preguntamos, ¿Quiénes controlan la
producción de estos bienes y servicios?, ¿Quiénes son los dueños
de la tierra, de la fábrica, de las maquinarias necesarias para la
producción?
La respuesta de esto está
en Marx, él demostró científicamente que las sociedades están
montadas sobre una superestructura, en la parte superior está el
Estado con su estructura jurídica-administrativa, y junto a este su
aparato ideológico, expresado en la educación, la religión y la
cultura, elementos que aseguran la preservación del Estado. Por otro
lado, en la parte inferior de esa superestructura (la
infraestructura), está la economía, con sus relaciones sociales de
producción, controladas por la clase hegemónica de la época, para
nuestra sociedad, la capitalista, es la burguesía. Por tal motivo,
Karl Marx nos dice que “la historia de todas las sociedades
existentes hasta ahora es la historia de la lucha de clases”.
Por lo visto hasta ahora,
la burguesía controla la economía, de allí, su posesión sobre los
medios de producción (la tierra, la industria, etc..) y de las
fuerzas productivas (maquinarias, herramientas y mano de obra, es
decir, trabajo realizado por hombres y mujeres). Al tener esta el
control de estas partes fundamentales del aparato productivo obtienen
el poder de incidir directamente sobre la producción, de controlar
lo que se vende, como se vende y a qué precio, es decir, estos
deciden sobre el consumo social, sometiendo con esto al resto de la
sociedad, haciéndola dependiente de la burguesía y sus dictámenes.
En las etapas
revolucionarias, cuando las y los desposeídos de los medios de producción,
el pueblo trabajador, ha estado en posiciones de ventaja en el poder
sobre los dueños de los medios de producción, la burguesía ha
respondido en contra de los explotados utilizando una de sus
principales armas, los productos, frutos del trabajo de la misma
clase que los produce, la trabajadora, arrinconando y colocando a
esta en total estado de dependencia y desasosiego al no lograr
acceder a los bienes que cubren sus necesidades básicas. Esta
situación crea incertidumbre y miedo en los oprimidos, creando
dispersión y divisiones en la lucha, alejándonos de la urgencia de
la toma del poder, hecho que pasa por que la clase productora
(trabajadoras y trabajadores), tenga control tanto del Estado como de
la producción de todos los bienes y servicios necesarios para su
preservación.
Históricamente, cuando
surgen condiciones de efervescencia revolucionaria, existen casos que
demuestran la reacción de la burguesía ante la clase trabajadora,
entre estos mencionaremos dos: El primero en Chile, con el Gobierno
del Presidente Revolucionario Salvador Allende. En ese país, durante
la preparación del golpe militar se llevo a cabo por la burguesía
chilena, con el respaldo del imperialismo norteamericano un boicot
económico para desestabilizar al gobierno, cerraron empresas
privadas, incentivaron paros de transporte, ocultaron productos para
crear desabastecimiento, y todo ello ligado a un embargo económico
por los Estados Unidos, donde congelaba acuerdos preestablecidos y
además presionaba a instituciones financieras para que no
invirtieran en Chile. Estos hechos, junto con un manejo
comunicacional manipulador y desestabilizador, crearon subjetividades
en la población, reinando así la incertidumbre e inseguridad sobre
las medidas económicas que venía tomando el gobierno
revolucionario, permitiendo entonces la ejecución del golpe militar
que dio fin a la revolución chilena.
El segundo caso, lo vemos
en Nicaragua, luego de triunfada la revolución por el Frente
Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), para el año de 1981
durante la Reforma Agraria impulsada por el gobierno revolucionario
los Estados Unidos impusieron un bloqueo económico a Nicaragua,
además de financiar grupos armados antisandinistas, llamados los
“contra”. Para el año 1983 ya el país vivía fuertes problemas
de acaparamiento, especulación y desabastecimiento de productos,
ello impulsado por una fuerte ofensiva contrarrevolucionaria,
traduciéndose en descontento en la población hacia el gobierno,
ello, sumado a la resistencia y defensa militar que tenía que llevar
a cabo el FSLN trajeron como consecuencia final la derrota del Frente
Sandinista en las elecciones de 1990.
Ahora bien, todas las
economías no se comportan del mismo modo, precisamente el
capitalismo ha hecho que se cree una división internacional del
trabajo sobre la producción de bienes y servicios. A los países
Latinoamericanos, en su gran mayoría, se les ha asignado el papel
de exportadores de materia prima, haciendo ello que estos posean
diversos grados de desarrollo de su industria, y por lo tanto que sus
fuerzas productivas no estén lo suficientemente desarrolladas para
cubrir las necesidades de la población, pasando estos a depender
únicamente de sus recursos naturales para venderlos en el mercado
internacional. Esta situación los caracteriza y los coloca como
países de economía dependiente o economías rentistas, en donde la
producción y los productos consumidos por la población dependen
fundamentalmente de las importaciones que se realizan de los países
llamados “desarrollados”. De manera que la relación entre las
clases explotadas y explotadoras, clase trabajadora y clase
burguesa, para estos casos no se comporta de igual forma que en los
países industrializados.
Este es el caso para
Venezuela y los otros países mencionados como ejemplos de la
agresión imperialista y burguesa. Nuestro país, desde hace más de
100 años ha sido convertido en un territorio suministrador de
petróleo, materia prima esencial y eficiente en la creación de la
energía que mueve el planeta, convirtiéndose así, este “jugo de
la tierra”, en una fuente primordial en la captación de renta
internacional para la obtención de divisas que motoricen la dinámica
económica venezolana.
De allí que, desde hace
más de un siglo, los distintos gobiernos que sucedieron antes del
Presidente y Comandante Eterno Hugo Chávez, no se ocuparon en
fomentar el desarrollo, crecimiento y diversificación de una
industria nacional que permitiera abastecer y satisfacer el consumo
de la población. Al contrario, dejaron más bien que creciera, se
desarrollara y se enquistara en el poder, una burguesía parásita,
consumidora de divisas captadas por la venta del petróleo. Este es
el meollo del asunto, la burguesía venezolana, no productora e
importadora, vive y acumula capital gracias a la producción
petrolera nacional, sin tener esta la más mínima intención de
generar proyectos productivos que satisfagan las necesidades del
pueblo trabajador.
Esa misma burguesía, hoy
en día trata de implementar el formato llevado en Chile y Nicaragua
en Venezuela, por ello vemos anaqueles vacíos, precios exuberantes
que incrementan a diario, grandes colas creadas artificialmente para
atacar la psiquis de la población, ocasionando incertidumbre y
pánico en la búsqueda de productos acaparados en grandes almacenes,
llevando al pueblo a consumir productos en exceso, trayendo como
consecuencia posibles desabastecimientos. Por supuesto, todo ello
está ligado a una campaña mediática comunicacional a nivel
nacional e internacional que busca incentivar el miedo y la
manipulación sobre la población, creando condiciones subjetivas en
el pueblo que luego permitan dar un zarpazo militar que le arrebate a
los trabajadores y trabajadoras todas las conquistas logradas en
estos 15 años de construcción revolucionaria. Retornando así a los
desposeídos y desposeídas a las catatumbas de la miseria y la
ignominia al servicio del capital y del imperialismo.
Por todo lo dicho, es una
obligación imperante que el gobierno nacional se convierta en
garante, junto a la clase trabajadora consciente, del desarrollo de
nuevas industrias que produzcan para satisfacer todas las
necesidades de la población, convirtiendo a Venezuela en un país
potencia en lo económico, político y social con visión y dirección
Socialista, mandando al trasto toda la lógica inmunda del capital e
imponiendo la lógica del trabajo para conquistar la verdadera
emancipación. Ya tenemos el Plan hecho Ley, Chávez nos lego esa
tarea, ahora lo que nos toca es implementarlo en la acción concreta
y organizada.